En el fascinante universo del emprendimiento y los negocios, la línea que separa a un emprendedor de un empresario no solo es difusa, sino que a menudo malinterpretada. Contrario a los eufemismos que podrían vincular a estas dos figuras, la realidad es que existe una distinción clara entre ambos roles.
En Colombia, se podría afirmar que cualquier emprendedor tiene el potencial de convertirse en empresario, pero no todo empresario nace emprendedor.
Imaginemos a ese individuo que se sumerge en la tarea de vender artículos diversos en su «todo a 1. Dólar». Este sería el arquetipo del emprendedor, aquel que inicia algo desde cero y comienza a generar ingresos modestos. Aquí radica la primera clave: el emprendedor es el arquitecto inicial, el constructor de su propia senda financiera.
Por otro lado, el empresario se erige como una figura más consolidada, a menudo al mando de una empresa que factura cifras millonarias, incluso si no fue él quien la fundó. Un caso ilustrativo de esta distinción se observa en el ámbito de las startups exitosas. En muchas ocasiones, estas empresas optan por contratar a un CEO experimentado, un empresario visible, mientras el joven emprendedor persiste en la búsqueda y desarrollo de nuevas ideas.
El Emprendedor: forjando camino desde Abajo
La gran diferencia entre el emprendedor y el empresario no reside solo en el ámbito empresarial, sino también en la percepción que la sociedad tiene de ellos. El emprendedor es visto como aquel que emerge desde las bases, trabaja con ahínco y conciencia, luchando por superarse y salir adelante.
Puede ser el joven visionario que, con recursos limitados, pero una idea sólida, construye su propio camino hacia el éxito.
El Empresario: Entre la clase alta y la percepción social
En contraste, el empresario tiende a ser vinculado con la «clase alta», a menudo percibido como alguien que ha heredado privilegios desde la cuna.
Esta figura, según la percepción común en Colombia, acumula riqueza a expensas de explotar a los demás, aunque esta generalización no siempre se ajuste a la realidad. Aquí, entonces, se yergue la brecha principal entre el emprendedor y el empresario: la concepción social que rodea a cada uno.
Es esencial comprender que estos estereotipos no siempre reflejan la realidad. Muchos empresarios han comenzado como emprendedores, labrando su camino desde abajo y construyendo imperios empresariales. Además, no todos los emprendedores tienen orígenes modestos; algunos pueden provenir de entornos privilegiados, pero eligen forjar su propio destino empresarial.
Ejemplos de Emprendedores que se transforman en empresarios
Tomemos el ejemplo de un emprendedor que, desde la humildad de su garaje, desarrolla una aplicación innovadora que transforma la experiencia del usuario. Con el tiempo, esta startup crece, atrae inversores y eventualmente nombra a un CEO experimentado para liderar la empresa, permitiendo al fundador emprender nuevas aventuras.
Otro caso puede ser el de un empresario que, aunque nació en una familia acomodada, decide aventurarse en el mundo del emprendimiento. Inicia un pequeño proyecto que, con dedicación y visión, se convierte en un negocio exitoso, desafiando las percepciones convencionales.
La verdadera diferencia entre el emprendedor y el empresario radica no solo en sus roles empresariales, sino en cómo son percibidos por la sociedad. El emprendedor representa la lucha desde abajo, la construcción desde cero, mientras que el empresario, a menudo asociado con la «clase alta», enfrenta la carga de desafiar estereotipos.
Es crucial comprender que estos roles no son mutuamente excluyentes. El emprendedor puede evolucionar hacia el empresario, y viceversa. La sociedad, al reconocer la diversidad y complejidad de estos caminos, puede contribuir a una apreciación más precisa de los individuos que dan forma al mundo de los negocios.
En última instancia, ya sea forjando un nuevo sendero desde abajo o llevando las riendas de una empresa consolidada, todos comparten la cualidad emprendedora que impulsa la innovación y el progreso.